Para perder peso, usted tiene que comer menos calorías de las que su cuerpo usa. Las calorías son la cantidad de energía que hay en la comida que usted come. Algunos alimentos contienen más calorías que otros. Por ejemplo, los alimentos con un contenido alto en grasa y azúcar también tienen un contenido alto en calorías. Si usted come más calorías de las que su cuerpo usa, las calorías adicionales se almacenarán en su cuerpo como grasa en exceso.
Una libra (0,373 kg) de grasa equivale a más o menos 3500 calorías. Para perder una (1) libra de grasa en una semana usted tiene que comer 3500 calorías menos, esto equivale a 500 calorías menos cada día, o tiene que "quemar" 3500 calorías más. Usted puede quemar calorías haciendo ejercicio o simplemente estando más activo. Hable con su médico de familia antes de comenzar cualquier tipo de programa de ejercicio. Su médico puede ayudarle a determinar qué tipo de programa de ejercicio es el adecuado para usted.
La mejor manera de perder peso y no volver a ganarlo es comiendo menos calorías y manteniéndose activo. Si usted reduce 250 calorías de su dieta cada día y hace suficiente ejercicio para quemar 250 caloría, esto suma hasta 500 calorías menos en un día. Si usted hace esto durante siete días, puede perder una (1) libra de grasa (0,373 kg) en una semana.
Muchos expertos piensan que usted no debe tratar de perder más de dos (2) libras (0,75 kg) por semana. Perder más de dos (2) libras en una semana usualmente significa que usted está perdiendo agua y masa muscular magra en vez de estar perdiendo el exceso de grasa. Si hace esto, tendrá menos energía y probablemente volverá a aumentar de peso.
Fuente: Academia Estadounidense de Médicos de Familia
Una investigación parece corroborar lo que algunos científicos intuían y muchos obesos estaban convencidos de sufrir en sus propias carnes: ciertos alimentos son adictivos; y lo son tanto, que su efecto es similar al de las drogas. Sin embargo, esto es verdad sólo para algunas personas, y además hay diferencias importantes con la drogadicción.
El estudio, que fue realizado por un equipo del Departamento de Psicología de la Universidad de Texas (Estados Unidos) dirigido por Eric Stice, va a ser publicado próximamente en The Journal of Neuroscience. El experimento se hizo durante seis meses sobre 26 mujeres con sobrepeso u obesidad.
Durante ese período, se ofreció a las voluntarias dos tipos de batidos: sabrosos y calóricos, o insípidos y sin calorías. Valiéndose de una moderna técnica de imagen (resonancia magnética funcional), los investigadores demostraron que las mujeres que tomaron mayores cantidades de la bebida más sabrosa y calórica, además de ganar más peso, mostraban una menor activación de las zonas cerebrales asociadas al placer derivado de tomar comidas sabrosas.
El resultado, que a primera vista puede parecer chocante, tiene su lógica: las personas que experimentan una menor activación de este centro de placer necesitan consumir más cantidad de comidas sabrosas. Este mecanismo es similar al que funciona con las drogas. Por ello, pueden establecerse ciertos paralelismos entre el comer de forma compulsiva y la drogadicción.
Por ejemplo, en ambos casos se puede llegar a perder el control en la búsqueda de aquello que necesitamos (comida apetecible o drogas). Así, algunos animales siguen comiendo aquello que adoran a pesar de que saben que cada vez que lo hagan sufrirán una descarga eléctrica. También, tanto en la ingesta compulsiva como en la drogadicción se pueden sufrir recaídas tras haber logrado moderar el consumo. Desde el punto de vista neurológico, ambos consumos producen en el cerebro un efecto parecido, al actuar sobre los mismos neurotransmisores, como la dopamina.
Sin embargo, también hay diferencias. Quizá la primera sea la propia naturaleza de las sustancias, ya que la comida es necesaria para la supervivencia, y las drogas no. Por ello, la activación de los circuitos de recompensa también es diferente. Tampoco es igual la facilidad para engancharse: en el caso de las drogas, se estima que en torno a una persona de cada siete que las toman se hace adicta a ellas; para el abuso de las comidas sabrosas, como mucho una de cada treinta.
De cualquier manera, el saber que la comida puede ser adictiva no debe relajar conciencias ni ser un pretexto para no luchar contra la obesidad. Además de que, como se ha dicho, esta adicción sólo afecta a una minoría, en el caso de sufrirla se puede luchar contra ella, buscar ayuda y seguir estrategias compensatorias, como aumentar la actividad física.
Fuente: adelgazar.net